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Acto de inauguración del Mástil de la Fraternidad
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- Publicado: Miércoles, 07 Marzo 2018 12:30
Desde el Programa de Mujer de la Asociación AMP Somos Diferencia, y con su "comisión" a la cabeza, nos sumamos y desarrollamos distintas acciones durante esta semana para reivindicar nuestros derechos.
El sábado 3 de marzo de 2018 se inauguró el Mástil de la Fraternidad en Pinto. Un acto que se enmarca dentro de las actividades programadas por el Ayuntamiento de Pinto con motivo del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo.
Nuestras amigas Sofía y Yolanda actuaron como embajadoras de nuestra entidad participando en el acto con la lectura de un manifiesto sobre "Mujer y discapacidad, una doble discriminación".
"Mujer y discapacidad, una doble discriminación"
Ser mujer y discapacitada implica una situación de doble discriminación que a menudo pasa desapercibida, pero a la que resulta fundamental vencer para lograr la plena integración de quienes la sufren
El hecho de ser mujer y, además, discapacitada, acarrea una doble discriminación: dentro del colectivo de las mujeres, les es mucho más complicado desarrollarse, acceder al mercado laboral y obtener una buena formación a quienes sufren discapacidad. Como personas con una discapacidad, las mujeres se encuentran en una posición complicada por su especial vulnerabilidad, que afecta de manera diferente según el tipo de capacidad, pero que definitivamente es algo que los hombres con discapacidad sufren en una medida mucho menor.
Formar una propia familia, tener una casa, formarse u ocupar un puesto de trabajo son derechos básicos a los que la mujer discapacitada muchas veces no tiene acceso por la sobreprotección en el ámbito familiar o de la escuela, lo que puede limitar su desarrollo como personas.
Los temores de las familias a que las hijas salgan del nido paternal y lleven una vida como la de una mujer sin discapacidad no carecen de fundamento. La mujer discapacitada se enfrenta a riesgos a los que se enfrentan todas las mujeres, pero por su especial situación le es mucho más difícil afrontarlo o escapar de ellos. Por ejemplo, ellas tienen muchas más probabilidades que los hombres de sufrir abusos y violencia de todo tipo. La violencia de género es otro claro ejemplo de esta mayor vulnerabilidad. La mujer discapacitada que es maltratada por su marido necesita normalmente la ayuda de alguien para poder denunciarle, por lo que huir de su situación le resultará más complicado, a veces incluso imposible cuando la persona de la que depende directamente es precisamente aquella que la maltrata.
Y el problema surge también del hecho de que la información para prevenir estas situaciones no está adaptada a las necesidades de las personas con ciertas discapacidades. Por ejemplo, las mujeres que padecen sordera o ceguera no tienen las mismas facilidades de acceso a la información que otras mujeres.
La educación sigue siendo uno de los principales ámbitos donde estas diferencias persisten.
En el sentido de la ocupación, los datos ofrecen una diferencia más clara entre hombres y mujeres.
El trabajo resulta fundamental para integrarse en la sociedad. Desde la perspectiva de la mujer, la lucha por su independencia y su igualdad respecto al hombre se ha librado en una medida muy grande en su acceso al trabajo. La posibilidad de desarrollar una labor remunerada y de hacerlo en condiciones similares a los hombres ha dotado a la mujer de una libertad y una independencia de las que no había gozado tradicionalmente. En cierta manera, al lograrse la igualdad en el trabajo se ha ido logrando también la igualdad en otros ámbitos de la vida. Pero para la mujer discapacitada, alejada del mundo laboral, esta batalla le resulta a menudo ajena. Hablar de igualdad de salarios o de compaginar vida laboral con familiar es algo que no les afecta. Por eso, tampoco ellas mismas son conscientes, en muchas ocasiones, de su situación de doble discriminación y no hacen nada por vencerla.
A la vista de todo esto, lograr la plena inserción social de las personas con discapacidad es aún una tarea pendiente en la que toda la sociedad tiene que implicarse. Aunque se hayan logrado grandes avances en la materia, aún quedan retos por superar y la doble discriminación que sufre la mujer discapacitada es una muestra de ello. Para lograr que la mujer consiga romper las barreras que la separan de su completa integración, la concienciación sobre su especial situación resulta fundamental. A pesar de todo, el trabajo que se realiza desde las asociaciones y las políticas impulsadas por las autoridades están contribuyendo a allanar el camino que aún le queda por recorrer a la mujer discapacitada.